Al escuchar “México”, muchos turistas piensan en playas y sol. Y aunque tenemos ambos de sobra, sería un desperdicio dejar de lado todo lo que se puede hacer bajo el manto de la noche.
La vida nocturna en México siempre ha sido vibrante, pero también ha sufrido muchos cambios a lo largo de los años.
Años 40s y 50s
Durante estas décadas, México, y especialmente la Ciudad de México, se encontraba ante una bifurcación en el camino que tomaría su cultura en los años por venir:
- O bien se aferraba a las tradiciones y la “buena moral” del pasado
- O daba rienda suelta a la metrópoli y la noche, con todo lo que eso implica.
Hasta entonces, la vida nocturna se podía contar en cantinas y poco más.
Mucho tiempo atrás, también había casinos en México. Sin embargo, desde que se promulgó la Constitución, estos quedaron tajantemente prohibidos, y permanecerían así por casi un siglo.
Pero bajo las luces neón de los 50s, aparecieron nuevos establecimientos que ofrecían más, mucho más. Los salones de baile de jazz, rumba y mambo. Los cabarés. Y los prostíbulos, por supuesto.
Tanto la prensa como la gente más conservadora pegaban el grito en el aire, denunciando la decadencia que ocurría al caer el sol en lugares que ahora son legendarios, como la colonia Roma, la Zona Rosa o el Paseo de la Reforma.
Como era de esperar, estos alaridos vocales e impresos hicieron poco más que dar publicidad a estos “congales”. Mucha gente ignoraba la posibilidad (real, aunque quizá exagerada) de perderse en sus excesos, de perder sus pertenencias o, en el peor de los casos, de perder la vida.
En cambio, se encontraban fascinados por el estilo de vida cosmopolita que parecían llevar aquellas personas que pronto se convirtieron en arquetipos de la época: el pachuco, la exótica…
México, y su capital, habían tomado una decisión.
Años 60s y 70s
Pero con un pie del otro lado de la puerta, por si acaso.
La vida nocturna se permitió de manera más o menos legal, dependiendo de lo que implicara, pero se “centralizó” en ciertas partes de la capital. Por ejemplo, Bucareli, la colonia Tabacalera y hasta el Centro Histórico.
Mientras muchos de los establecimientos más desenfrenados de los años 40s y 50s habían corrido la misma suerte que el dodo debido a la censura, los cabarés seguían en pleno apogeo durante estas décadas e incluso durante los años 80s.
Compitiendo por la atención y parte de la quincena de los clientes noctámbulos estaban los centros nocturnos.
Mientras que el cabaré se enfocaba principalmente en las damas que participaban en el espectáculo, los centros nocturnos se centraban en el espectáculo en sí.
Es en estos centros nocturnos en los que se presentaron artistas como José José, El Puma y hasta Polo Polo.
Años 80s y 90s
La demanda de grandes espectáculos, el crecimiento de la capital, y el involucramiento de las grandes estrellas dio lugar a los complejos de la vida nocturna. Aquí se vio el auge de las salas de concierto y las discotecas.
Fue en estos complejos que el Loco Valdez y La Carabina de Ambrosio podían ofrecer espectáculos más arriesgados de lo que se podían permitir en pantalla.
Sin embargo, estos eventos estaban dirigidos principalmente a un público típico de cabaré que además tenía un buen poder adquisitivo para presenciarlos. Esto tuvo como consecuencia que se dejara de lado al público joven, reduciendo así su mercado.
El terrible terremoto del 85 también causó estragos en la industria del entretenimiento y la vida nocturna de México, destruyendo pilares icónicos de esta, como el Hotel Regis o el Continental.
Cuando se volvió a levantar la vida nocturna, lo hizo con un rostro distinto, y más joven. Este nuevo público prefería las discotecas, a las que después se les conocería como los nuevos “antros”, siendo este un término con connotaciones más oscuras en décadas pasadas.
El estilo de la vieja escuela también intentó sobrevivir en el nuevo entorno. Desafortunadamente, los establecimientos que se enfocaban en las cenas amenizadas con presentaciones de artistas como Yuri o los Enanitos Verdes no lograron adaptarse a tiempo a los cambios en los gustos del público.
H2: El nuevo milenio
Quizá te preguntes qué ha sido de los antiguos establecimientos en la capital y en otras grandes ciudades del país, como Guadalajara y Monterrey. La situación, desafortunadamente, no es ideal.
Aquellos que no han desaparecido se han visto en la necesidad de adaptarse no solo a nuevos gustos, sino a un público totalmente distinto del que servían cuando fueron creados, dejando de lado a su comunidad local en favor de un público cosmopolita y adinerado que se puede permitir los nuevos precios.
En contraste, un fantasma del pasado que ha vuelto con mucha fuerza son los casinos, los cuales volvieron a ser legales en 2004. Esto trajo consigo la reaparición de los casinos en nuestras calles y desde entonces se vive un auge de estos establecimientos.
H1: De cantinas a casinos: La evolución de la vida nocturna en México

Photo by Edgar Rodrigo: https://www.pexels.com/photo/facade-in-old-town-17147342/
Al escuchar “México”, muchos turistas piensan en playas y sol. Y aunque tenemos ambos de sobra, sería un desperdicio dejar de lado todo lo que se puede hacer bajo el manto de la noche.
La vida nocturna en México siempre ha sido vibrante, pero también ha sufrido muchos cambios a lo largo de los años.
Años 40s y 50s
Durante estas décadas, México, y especialmente la Ciudad de México, se encontraba ante una bifurcación en el camino que tomaría su cultura en los años por venir:
- O bien se aferraba a las tradiciones y la “buena moral” del pasado
- O daba rienda suelta a la metrópoli y la noche, con todo lo que eso implica.
Hasta entonces, la vida nocturna se podía contar en cantinas y poco más.
Mucho tiempo atrás, también había casinos en México. Sin embargo, desde que se promulgó la Constitución, estos quedaron tajantemente prohibidos, y permanecerían así por casi un siglo.
Pero bajo las luces neón de los 50s, aparecieron nuevos establecimientos que ofrecían más, mucho más. Los salones de baile de jazz, rumba y mambo. Los cabarés. Y los prostíbulos, por supuesto.
Tanto la prensa como la gente más conservadora pegaban el grito en el aire, denunciando la decadencia que ocurría al caer el sol en lugares que ahora son legendarios, como la colonia Roma, la Zona Rosa o el Paseo de la Reforma.
Como era de esperar, estos alaridos vocales e impresos hicieron poco más que dar publicidad a estos “congales”. Mucha gente ignoraba la posibilidad (real, aunque quizá exagerada) de perderse en sus excesos, de perder sus pertenencias o, en el peor de los casos, de perder la vida.
En cambio, se encontraban fascinados por el estilo de vida cosmopolita que parecían llevar aquellas personas que pronto se convirtieron en arquetipos de la época: el pachuco, la exótica…
México, y su capital, habían tomado una decisión.
Años 60s y 70s
Pero con un pie del otro lado de la puerta, por si acaso.
La vida nocturna se permitió de manera más o menos legal, dependiendo de lo que implicara, pero se “centralizó” en ciertas partes de la capital. Por ejemplo, Bucareli, la colonia Tabacalera y hasta el Centro Histórico.
Mientras muchos de los establecimientos más desenfrenados de los años 40s y 50s habían corrido la misma suerte que el dodo debido a la censura, los cabarés seguían en pleno apogeo durante estas décadas e incluso durante los años 80s.
Compitiendo por la atención y parte de la quincena de los clientes noctámbulos estaban los centros nocturnos.
Mientras que el cabaré se enfocaba principalmente en las damas que participaban en el espectáculo, los centros nocturnos se centraban en el espectáculo en sí.
Es en estos centros nocturnos en los que se presentaron artistas como José José, El Puma y hasta Polo Polo.
Años 80s y 90s
La demanda de grandes espectáculos, el crecimiento de la capital, y el involucramiento de las grandes estrellas dio lugar a los complejos de la vida nocturna. Aquí se vio el auge de las salas de concierto y las discotecas.
Fue en estos complejos que el Loco Valdez y La Carabina de Ambrosio podían ofrecer espectáculos más arriesgados de lo que se podían permitir en pantalla.
Sin embargo, estos eventos estaban dirigidos principalmente a un público típico de cabaré que además tenía un buen poder adquisitivo para presenciarlos. Esto tuvo como consecuencia que se dejara de lado al público joven, reduciendo así su mercado.
El terrible terremoto del 85 también causó estragos en la industria del entretenimiento y la vida nocturna de México, destruyendo pilares icónicos de esta, como el Hotel Regis o el Continental.
Cuando se volvió a levantar la vida nocturna, lo hizo con un rostro distinto, y más joven. Este nuevo público prefería las discotecas, a las que después se les conocería como los nuevos “antros”, siendo este un término con connotaciones más oscuras en décadas pasadas.
El estilo de la vieja escuela también intentó sobrevivir en el nuevo entorno. Desafortunadamente, los establecimientos que se enfocaban en las cenas amenizadas con presentaciones de artistas como Yuri o los Enanitos Verdes no lograron adaptarse a tiempo a los cambios en los gustos del público.
El nuevo milenio
Quizá te preguntes qué ha sido de los antiguos establecimientos en la capital y en otras grandes ciudades del país, como Guadalajara y Monterrey. La situación, desafortunadamente, no es ideal.
Aquellos que no han desaparecido se han visto en la necesidad de adaptarse no solo a nuevos gustos, sino a un público totalmente distinto del que servían cuando fueron creados, dejando de lado a su comunidad local en favor de un público cosmopolita y adinerado que se puede permitir los nuevos precios.
En contraste, un fantasma del pasado que ha vuelto con mucha fuerza son los casinos, los cuales volvieron a ser legales en 2004. Esto trajo consigo la reaparición de los casinos en nuestras calles y desde entonces se vive un auge de estos establecimientos.













